La nación de los olvidados



Los pocos privilegiados que han leído La nación de los olvidados ("Antología de escritores universalmente desconocidos" se subtitula el invento) se preguntan quién demonios es Omar Salle, ese que hace de antólogo y presentador de tan infame turba de escritores.

Uno de esos lectores asegura que el libro es obra de varias manos. Quiero pensar que serán manos revueltas, en feliz orgía, sin otra premeditación ni causa que el placer, tanteando en la sombra las nalgas de una teoría, subiéndole la falda al lenguaje, acariciando la espalda de un poema.



Sea lo que sea no puede ser nada bueno, nada conveniente. 

Otro lector cree que el libro es antiguo, traducción de una antología epigramática y  griega con un par de milenios ahora reconvertida en postmoderna selección de fronterizos y parias. Otro que no tiene ni idea.

Un lector despistado sostuvo que era novela y bolañesca.

Otro, no menos ciego, afirmó que todos los autores incluidos en ella son reales, y los que no son reales sin duda son proféticos.

El más divertido de los lectores fue el que nos aseguró que le encantaba el libro, pero no le sorprendía. Él conoce bien, y personalmente, a Omar Salle.

La Sala de Máquinas es una fiesta. Créanme. Entre la grasa y el humo se vive de maravilla.

No importa tanto quién es Omar Salle, sino qué tienen que decirnos los once autores que antologa en La nación de los olvidados, esos tipos que no encontraron su sitio en la carretera hacia la gloria de la literatura y se quedaron esperando en la cuneta a su piadoso antólogo, doctor de lisiados y exhumador de vicios.

Aquí va, como aperitivo, la cubierta del libro.